Una explicación más lingüística:
Muchas plantas tienen el mismo nombre que su fruto, flor o semilla, por ejemplo, el trigo o el maíz.
Otras, principalmente entre los árboles frutales, en el fruto se emplea el femenino y en el árbol el masculino, por ejempo: la cereza y el cerezo.
Muchas plantas derivan su nombre del nombre de su fruto, flor o semilla, añadiéndose un sufijo, por ejemplo, pera y peral.